Un xiaomi 12



Llego al Telcel de la zona Centro, tienen meses llamando que gracias a "mi fidelidad" tienen una superoferta de nuevos equipos "especiales para mi".

Me dan al entrar un 'ticket' con un codigo que es mi turno, hay uno antes que el mío, "será rápido pienso", mientras aprovecho para ver los equipos, se ven igual todos, negros grandes, brillantes, delgaditos más que celulares parecen televisores.

Me aburro de ver, me siento en una incómoda banquita pero sigo observando. Hay 26 ventanillas en tres lados de un edificio de unos 30 metros de largo, atienden seis trabajadores, hombres y mujeres debidamente uniformados pero solo dos tienen clientes.

Luego de 10 minutos un grupo jóvenes religiosos que pensé comprarían 10 celulares estaban siendo atendidos se van, le toca turno a un señor mayor y después viene el mío. Pero no, el número no avanza, la mujer que terminó de atender al grupo se queda viendo su pantalla y me pregunto qué datos capturan de cada persona que se va.

Voy a la entrada y le pregunto a la señorita que si cuánto es el tiempo de espera y me dice que no sabe. Ya hace 11 minutos que el marcador de turnos no se mueve, le digo, de todos modos van a estar llamándome mañana y pasado por cuál fue el motivo por el que me fui sin ser atendido. 'Ting', suena uno, 'ting', dos turnos el del don y el mío. Vaya que sirven de algo las quejas y obediente voy a la ventanilla que indica la pantalla.

¿En qué podemos atenderle?, me pregunta solícita una señora joven, guapa, de ojos café clarito, me mira como si yo fuera el mismo Luis Miguel. Le explico que quiero un nuevo equipo y me han estado llamando por los puntos, descuentos y eso del 'marketing'.

Revisa mi carpeta, y frunce la nariz. Me vuelve a mirar y ya no le parezco Luis Miguel, ahora pasé a ser Jojorge Falcon cuando robaron su casa, vuelvo a pensar que algo escriben sobre uno cada que terminamos de ser atendidos, por otras desagradables veces que he estado por ahí.

¿Es usted el titular de la cuenta? Pregunta la mujer ya casi de mala gana. Eh, sí respondo ya cauteloso. ¿Cuál es el equipo que le interesa? Interroga. Uno que no esté tan grande y bultoso, quiero un celular, esos que tienen en exhibición parecen tabletas, "son los que hay" me dice ya de forma golpeada como suele decirse. Escoja uno, casi me ordena.

Voy al exhibidor y veo un aparato lo tomo, es liviano decente no muy tosco, es liso y sin botones no se sabe dónde está arriba o abajo. Cheque qué modelo es. Me grita desde el cubículo la dependienta, regreso y le digo que me interesa un 21 i-woai-x, deletreo, la mujer frunce el ceño y me dice que me fije bien voy de nuevo y efectivamente estoy mal es un xiaomi 12.

Verifica en el sistema y me da el precio de 16 mil pesos a condición que extienda mi permanencia en la compañía 18 meses más que puedo pagarlo en caja. Pongo ahora sí cara de Jorge Falcón. Vaya, casi un mes de trabajo, pienso y me digo que con ese dinero puedo dar el enganche de un Honda del año, o comprar un "chocolatito" decente.

En fin, es verano, necesito un aparato que levante mi autoestima, justifico y calculo que con mi plan de "fidelidad telcel" y el "descuentazo" que tanto me han prometido, será soportable este golpe financiero.

Cuánto me queda ya con el descuento, pregunto casi con timidez: Eso es ya con el descuento "señor". Lo pronuncia ya en tono de exasperación, y no puedo definir en qué momento para mí la palabra señor pasó a ser ofensiva.

Calculo positivo que ese costo diferido a 18 meses agregado a mi plan mensual, con un módico pago inicial será soportable, es como comprar un maldito carro. Y en plazo, cuánto pagaría por mes le pregunto a la mujer.

En ese caso hay un aumento del 37.8% de interés sujeto a aprobación y buró de crédito, calculo mentalmente el interés y son más de 22 mil pesos por un fregado teléfono, ni el más nuevo iphone ha de costar eso. Aunque, también en eso, estoy equivocado.

Miro a la señora y veo si me está bromeando pero no, la propuesta es seria. Me sincero y le digo que ese precio está fuera de mi alcance y que lamento haberle hecho perder mi tiempo y me retiro de las lustrosas oficinas de la empresa de uno de los hombres más ricos del planeta.

Salgo por la calle Riveroll y camino hacia la Juárez, como nadie sabe donde estoy y sin teléfono para pedir un Uber, me dispongo a abordar el transporte público rumbo a mi casa, al pagar los tristes 13 pesos de la tarifa sonrío al pensar en el xiaomi 12 de más de 22 mil pesos.